La manipulación y la persuasión pueden ser algo muy
parecido, pero existen unas diferencias importantes. Definimos la persuasión
como el acto de inducir o mover a alguien a creer algo o a actuar de una
determinada forma. Tenemos un ejemplo de ello Disney en este fragmento de El
Rey León.
La manipulación es
esencialmente lo mismo, pero el rasgo diferenciador es que la persona que es
objeto de la misma no sabe que se está produciendo, y esto es debido a la
naturaleza de las técnicas y los medios que se emplean en ello.
En esta
entrada vamos a hablar de cómo Disney ha manipulado –o podido manipular– a
través de sus películas mientras se clarifican los conceptos que tratamos.
La
manipulación puede darse oralmente, por supuesto. Es en esa situación cuando
hay que hacer énfasis en los elementos discursivos correctos de forma que el
tratamiento del lenguaje acompañe a nuestro cometido como manipuladores. Sin
embargo, ahora estamos hablando de un contexto audiovisual, que no es menos
efectivo. Los medios de comunicación están muy arraigados en nuestra vida desde
que somos pequeños: de hecho, todos tenemos películas y series de la infancia.
En éstas se han ido introduciendo algunos mensajes que hemos asumido inconscientemente.
Por ejemplo, el prototipo de mujer perfecta o Princesa Disney.
Aquí vemos una comparación de entre la silueta de una mujer
real y la silueta prototipo de las princesas Disney:
Walt Disney Pictures ha llenado la infancia y las casas de
los niños de todo el mundo –entre los que me incluyo– con cintas, DVDs, libros,
audiocuentos de sus películas más clásicas, o de las recientes aspirantes como Enredados, ¡Rompe Ralph! o Frozen: El
Reino del Hielo.
Son
muchas las características comunes entre estos títulos y otros tan emblemáticos
como Aladdín, La Sirenita o La Bella y la
Bestia; pero más allá de las bandas sonoras con toque Broadway, de los
personajes principales que buscan su lugar en el mundo y de los segundones
parlanchines y graciosos, destaca la icónica presencia de los malvados
antagonistas, que adquieren en el filme una carga parecida a la del
protagonista. Profundizando en la figura del villano, sorprende encontrar que
la manera de ejercer su rol en la trama es siempre a través de la manipulación.
Analicemos, por ejemplo, el caso de La Sirenita. Ariel, la desdichada protagonista y enamorada del
mundo extra-oceánico, recurre a Úrsula, la Bruja del Mar, para que le ayude a
salir a la superficie. Úrsula la ayuda… más o menos. Porque en esa manera que
tiene de asistir “desinteresadamente” a Ariel hay mucho, mucho interés. En
primer lugar, Úrsula aprovecha la posición de vulnerabilidad de Ariel en su
contra, nacida del trauma acarreado por las discusiones con su padre (que
causan la destrucción de su colección de objetos) y el amor hacia el Príncipe
Eric. Sabiendo que quiere ir a la superficie, le dice que debe hacerlo, desobedeciendo
a su padre y que no hay nada malo en ello. Además, sabiendo que Ariel no
entiende de magia, le explica que solo podrá convertirla en humana si ésta le
cede su voz, cuando es evidente para el espectador (sobre todo tras el
visionado de la secuela, La Sirenita 2:
Regreso al Mar), que independientemente de que Ariel le dé nada basta con
una gota de su pócima para hacer su deseo realidad.
Por si fuera poco, esto es
algo que menciona casi de pasada, enfatizando en su discurso Úrsula las partes
que le convienen.
ÚRSULA: Además hay otro pequeño detalle, no hemos hablado de
cómo me pagarás (…) No es mucho lo que pido solo es una insignificancia. Lo que
quiero es tu voz.
ARIEL: Pero sin mi voz, ¿cómo…?
ÚRSULA: ¡Eso no importa, te ves muy bien! No olvides que tan
solo tu belleza es más que suficiente. Los hombres no te buscan si les hablas,
no creo que les quieras aburrir. Allí arriba es preferido que las damas no
conversen a no ser que no te quieras divertir. Verás que no logras nada
conversando, a menos que los pienses ahuyentar. Admirada tú serás, si callada
siempre estás. Sujeta bien tu lengua y triunfarás.
Nótese que además de interrumpirla con un contra-argumento
que no viene al caso (¿Cómo me relaciono sin voz? / ¡Eres guapa!), le insiste,
no una ni dos, sino cinco veces en que estar callada es lo mejor (a sabiendas
de que no).
Muy similar es el caso de la ya citada secuela donde
Morgana, la hermana de Úrsula, hace creer a Melody, la nueva protagonista, que están
en el mismo barco.
MELODY: Esperaba que pudiera decirme algo sobre esto [un
medallón con el nombre grabado]. ¿Por qué tiene mi nombre? Mi madre no quiso
decírmelo. Creo que no me entiende…
MORGANA: No eres la única que tiene una madre que no la
entiende. Puedes créerme. YO sé cómo te sientes.
De esta manera, la hace creer que ambas están en el mismo
barco, mostrándose como una persona amiga y polariza entre “nosotras, las
incomprendidas” y “ellas, las madres que no nos escuchan”.
Jafar usando un recurso escaso (la magía negra) y la inferioridad del Sultán (no sabe que es mago ni que pretende hacerse con el reino) para manipularlo.
Hay muchos ejemplos más allá del universo de Atlántica. En Enredados, Gothel insiste continuamente
a Rapunzel que no está lista para enfrentarse a los peligros del mundo más allá
de la torre en la que vive, entre los que enumera las yedras venenosas, al Hombre
del saco; y más tarde que sería ridículo que nadie se enamorase de ella. En El Rey León, Scar hace creer a Simba que
la estampida que ha matado a su padre es solo obra suya, y que su única
solución es huir. Frozen, el Príncipe
Hans finge estar enamorado de Anna para casarse con ella, matar a su hermana, y
convertirse en rey. Aladdín, Jafar
controlaba los pensamientos del Sultán con su magia, haciéndole creer que
Yasmín debía casarse con él. La Bella y
la Bestia, Gastón, celoso, incita a la aldea a matar a Bestia para que no
pueda estar con Bella, a sabiendas de que es bueno. La célebre bruja de Blancanieves y los Siete Enanitos
aseguraba a Blancavieves que la manzana envenenada servía para pedir deseos.
Hades aprovecha el control sobre la amada de Hércules en la película homónima...
Y así en una larga lista, en las que ya sea a través de complicados
discursos o canciones, o solo empleando la magia, los villanos Disney se valen
del poder sobre el otro, del uso de recursos escasos (magia, poderes de Dios…),
de su influencia social, la falta de conocimiento de los protagonistas, o sus
fuertes emociones para hacerlos vulnerables y valerse de ello. En definitiva,
los manipulan.
En esta escena se aprecia como Gothel aterroriza a Rapunzel para que no abandone la torre.
Contrastan, sin embargo, como otros personajes sufren una
evolución más dócil: los secundarios a través de la persuasión. Por ejemplo, en
el caso del Sultán de Aladdín, tanto
el protagonista como la Princesa le muestran que es un joven leal y honesto,
permitiéndole así a su hija casarse con él. Rafiki, el mono de El Rey León, insta a Simba a volver a
las Tierras del Reino en una de las escenas más celebradas de la cinta; o, por
cerrar el círculo con el que empezamos, tanto Ariel como Melody convencen a sus
padres para eliminar las fronteras entre el mundo submarino y el terrestre.
Escena en Rafiki persuade a Simba para volver
Esto puede deberse fácilmente a que la persuasión no tiene connotaciones
negativas, ya que no se engaña a la persona a la que se convence, pero sí a la
que se manipula, y Disney, que siempre ha abogado por ligar valores
tradicionales del bien y el mal en sus personajes, habría visto en la
manipulación una manera de radicalizar a los villanos de modo que no pueda
simpatizarse con ellos.
En cualquiera de los casos, este ensayo es más bien teórico,
partiendo de las ideas base de manipulación y persuasión. Las películas de
Disney trascurren en una hora y media, pero una manipulación real puede llegar
a ser muy laboriosa, y precisar eliminar los conocimientos, concepciones e
ideologías de la persona previamente para poder llevarla al terreno deseado. Si
estás más interesado en este tema, puedes ver el siguiente episodio de la serie
documental Redes. Yo me despido hasta
la próxima entrada.